Un nuevo espacio dedicado a la profundización del ser, pues sólo tomando conciencia de lo que somos, de lo que nos rodea, de lo que nos afecta, nos motiva e interesa, es como podemos desarrollarnos y emprender el camino que nos conduzca a la realización personal.

Analytics

miércoles, 2 de diciembre de 2015

De mudanza!

Aprovechando el mes de diciembre y todo el lío que suele suponer, me decido a anunciaros una nueva mudanza a otro blog. ¿Por qué me cambio de dirección? Fundamentalmente, porque Ruta de Conciencia se me ha quedado pequeño para las temáticas que deseo abordar; temáticas variadas, orientadas a la reflexión, pero que requieren un espacio más amplio. Y por eso el nuevo blog llevará el nombre de Multifacetas online; puesto que de eso trata, de diversas facetas, en lugar de dedicarlo a una única, interesante pero que, como digo, se me queda un tanto estrecha a la hora de abordar otros asuntos que quizá no resulten tan acordes con este blog que inicié hace un año.

Así que en la nueva casa os espero a partir de enero. Pinchando en el título que os recuerdo al final de esta entrada, accederéis a la nueva dirección. Gracias por vuestras visitas a este blog que hoy termina, aunque seguirá disponible en la red mientras Blogger así lo permita.


Un nuevo espacio para la reflexión



jueves, 12 de noviembre de 2015

El cero

Parece claro que uno de los grandes avances en el mundo de las matemáticas lo constituyó la invención -o el descubrimiento- del cero, ese símbolo tan misterioso que puede modificar grandemente el valor de una cifra. Aunque no hay un claro acuerdo sobre quién inventó el cero, sí parece que se dio al menos en dos lugares de la antigüedad, uno en la India y otro en la cultura llamada india también pero esta vez del continente americano, en concreto la maya. Pero sea quien sea el pueblo que descubrió su grandeza, lo importante es lo mucho que facilitó la forma de operar en el reino de las matemáticas.

¿Y por qué me pongo yo a hablar del cero ahora en un blog dedicado a la toma de conciencia? Ahora paso a explicarlo, pero primero adentrémonos un poquito más en esta figura tan singular. Curiosamente, dependiendo de su colocación, el cero puede tener un gran significado, o puede simplemente actuar como si no existiera, e incluso reducir tanto el valor primario que casi da pena. Todos sabemos que un cero a la izquierda es nada; por eso mismo se dice de algunas personas que parecen un cero a la izquierda por lo poquito que se las tiene en cuenta. Sin embargo, la misma figura puesta a la derecha puede aumentar en gran cantidad el significado de una cifra. Atendiendo nuevamente a esa castiza sabiduría popular: "no es lo mismo 8 que 80", ¿verdad?

Pues bien, con nuestra consciencia sucede más o menos lo mismo. Podemos "vaciarla" para adquirir pleno discernimiento, o podemos dejarla con un vacío tan carente de significado que nos deje en la ignorancia.

Igual que el cero, el vacío puede ser un concepto que no acabamos de entender y que podría considerarse también con dos aspectos; de la misma manera que vemos en el cero dependiendo de su colocación. Con el vacío sucede lo mismo. Hacer vacío en la mente no es caer en la nada, sino abrir un espacio con un germen de creatividad que sólo podrá desarrollarse libremente si no encuentra obstáculos en su camino. Ése es, a mi juicio, el concepto de nada del que se habla en el budismo llamándolo nirvana; no una nada destructora y carente de entidad, sino una nada repleta de vida en presencia y potencia.

Existe una metáfora sobre lo difícil que resulta llenar una taza de té que ya está previamente saturada. Si seguimos echando más y más líquido en la taza, terminará por desbordarse y crear un problema en vez de aportar una solución. La taza debe prepararse cuidadosamente, limpiarla y vaciarla de un anterior contenido para albergar el nuevo. Así sucede con la mente; si no la limpiamos ni vaciamos de contenido de vez en cuando, difícilmente encontraremos nuevas ideas dentro. ¿Esto quiere decir que lo anterior no sirve? No necesariamente. Igual que la taza de té, ésta ya tiene la sustancia misma del té pues la ha ido adquieriendo a través del tiempo con sucesivos tés servidos en ella. Con nuestra mente sucede lo mismo; las ideas que se han ido presentando y produciendo en ella van creando una propia sustancia de la que por mucho que uno se desprenda de lo accesorio no podrá eliminarse la impronta que queda. Ese vacío, entonces, no es más que un cero a la derecha que permite nuestro crecimiento.

Creo que resultaría bueno valorar el vacío no como una falta de entidad sino como una verdadera y real identidad limpia y productiva.


martes, 27 de octubre de 2015

Cuando sé quién soy!

Desgraciadamente en múltiples ocasiones nos dejamos llevar más por las formas que por aquello que solemos llamar "corazón".

Para profundizar en el tema que quiero abordar hoy, me voy a permitir utilizar una anécdota vivida por mi padre hace ya muchos años; tantos que la anécdota nos muestra, además de a mi padre, a quien en estos momentos es rey honorífico y en aquellos era el príncipe designado para reinar en un futuro. La anécdota es ésta. Cuando la televisión francesa decidió filmar un documental sobre el entonces príncipe de España y su familia, con la colaboración de la televisión española, mi padre (por su trabajo) tuvo la oportunidad de conocer a aquel heredero. Debo señalar que mi padre en su vida terrenal había sufrido una fuerte polio que le impedía caminar si no era con la ayuda de dos bastones. Al acercarse a saludar al príncipe y hacerlo con respeto tomándole la mano e inclinando ligeramente la cabeza, tuvo la mala fortuna de que uno de sus bastones resbalara y cayera al suelo, sin poder servir de apoyo ya a su dueño. En aquel momento, nadie se movió para solventar la situación; sólo una persona lo hizo; ¿quién? ¡El propio Príncipe!

¿Por qué he elegido contar esta historia y utilizarla en este artículo? Por la sencilla razón de que durante mucho tiempo me ha servido de gran enseñanza; una enseñanza que quiero compartir con quienes aquí se detengan a leer mis artículos.

Siempre me llamó la atención que entre las muchas personas que se encontraban allí reunidas, les fuera tan difícil "saltarse el protocolo" y acudir en ayuda de quien en ese momento tenía un problema. Es decir, las formas impedían que el corazón se mostrara. Digamos que eran más fuertes las supuestas formas de protocolo que lo que la necesidad pura y dura dictaba al corazón de la gente. Porque ¿hay que preguntarse sobre la conveniencia o no de ayudar a un niño, una anciana, un oficinista que se ha tropezado en la calle? No, ¿verdad? Sencillamente uno acude en su ayuda y ya está. ¿O es que una mujer no puede ayudar a un hombre porque las buenas y anticuadas maneras dicen que son los hombres los que tienen que ayudar a las mujeres?

Sin embargo, hay alguien que sí reaccionó rápidamente. ¿Por qué? Creo que probablemente por varias causas. Una, por supuesto, por su proximidad física ante quien le estaba saludando. Pero otra, y es aquí donde me gustaría detenerme, porque creo yo sabía muy bien quién era y que por tanto no necesitaba ajustarse a supuestas normativas sino sencillamente actuar como el sentido común y el corazón le dictaba.

Y es que me temo que muchas veces cuando uno no se muestra respetuoso o bien tiene que razonar en exceso lo que conviene y lo que no, se debe al hecho de que la persona en cuestión  no tiene verdadera conciencia de sí mismo. Sólo el que sabe quién es puede actuar de motu propio. No es lógico que se nos diga a quién podemos sonreir y a quién no; a quién podemos ayudar y a quién no; pues la persona que sabe quién es en su interior, no busca manuales de instrucción para actuar, sino que se basa en el propio sentido común y en su propio corazón.

Quizá deberíamos cuestionarnos cuántas veces dejamos de obrar con el corazón por vergüenza, por el qué dirán, por miedo al ridículo, porque no sabemos si es o no oportuna nuestra acción. ¡A veces nos cuesta tanto trabajo dar una respuesta espontánea! Quizá el mismo trabajo que nos cuesta reconocernos como los seres que realmente somos o estamos destinados a ser. La seguridad interior de cada uno, la autoconfianza permite que nos expandamos mucho más allá del mero formulismo y es así como conseguimos que la esencia que llevamos en nuestro corazón se despliegue sin miedo alguno.


martes, 6 de octubre de 2015

Lo que practicas, ¿te hace mejor persona?

Muchas veces, realizamos prácticas por lo que se supone que van a resultar convenientes, pero no necesariamente nos adentramos en la profundidad de lo que dichas prácticas pueden conseguir de nosotros: que seamos verdaderamente mejores personas y no sólo buenos practicantes. Puede que dicho así, uno no acabe de entender lo que este artículo sugiere, así que vayamos a algún ejemplo para clarificar el mensaje.


Existen diferentes prácticas ascéticas que se siguen por diferentes motivos; unas por convicción, pero otras por obligación, por purificación, por modas, etc. Así, una de esas prácticas puede ser el ayuno. Indudablemente un ayuno comedido puede aportar un gran bienestar pues ayuda a purificar el cuerpo, así como a conseguir ir disciplinándolo paulatinamente. Pero también es verdad que, dependiendo de las verdaderas motivaciones, así como del carácter de quien lo practica, puede generar estados nada recomendables. Por una parte, la persona que ayuna, puede sentirse por ello superior a quien no lo hace, y desarrollar un cierto orgullo o vanidad que no se correspondería con la pureza de conciencia que se desea alcanzar. Asimismo, quien ayuna puede hacerlo de manera tan inflexible que, además de dañar su cuerpo, dañe los sentimientos de quienes con la mejor de las voluntades ese día le invitan a alguna celebración de importancia como puede ser una boda o un nacimiento. Incluso puede suceder que el practicante de este ayuno lo haga porque cree que es su deber, pero dentro de sí, tal práctica le genera un cierto odio y enfado por la situación a la que se ve obligado dirigirse. Y entonces, teniendo en cuenta estas formas de ayunar que parecen no del todo beneficiosas, habría que preguntarse ¿hacen mejor a la persona que las realiza o fomentan estados de soberbia, ira, enojo, autoflagelación... etc.?

El ejemplo elegido se puede traladar a cualquier actividad: la práctica de deportes, la pertenencia a diversas ong's, y un largo etcétera. Actividades todas ellas útiles, por supuesto, pero ¿contribuyen a hacer a cada uno una mejor persona o quizá sea al contrario? Con esto no quiero decir en absoluto que ayunar, practicar deporte o pertenecer a asociaciones benéficas sea algo malo, ni mucho menos; lo que digo es que hay que valorar y analizar el por qué una persona determinada se anima a practicarlas, y si como resultado de las mismas uno se va haciendo una mejor o una peor persona. 

No nos engañemos, hacer una mortificación puede resultar útil por diversas circunstancias pero también puede añadir vanidad a la vida personal de quien se mortifica. Contribuir con cualquier tipo de actividad hecha por tradición o porque alguien asegura ser beneficiosa no siempre genera los mismos resultados en todas las personas. Cualquier práctica debe ser valorada de acuerdo a los resultados que se logran con ella, y no unos resultados meramente utilitarios sino éticos.

Ya vemos que en muchos casos uno puede asegurar que determinadas acciones nos resultan útiles, pero vuelvo a lanzar la misma pregunta: ¿nos hacen mejores personas? Porque si sólo atendemos a la utilidad, alguien podría decir que robar un producto le resulta útil pues le beneficia aparentemente de dos maneras: obteniendo el producto y no perdiendo dinero con el mismo. Pero, ¿eso le hace mejor persona? Ya sé que acabo de poner un ejemplo que de entrada se ve ya como negativo, pero aplícalo a cualquier práctica por muy positiva que sea, y valora si realmente contribuye a tu engrandecimiento profundo como persona o sólo al exterior.

Por tanto, a modo de resumen, creo que ante cualquier práctica que afrontemos, debemos fomentar aquellas que nos hacen mejores y descartar las que simplemente no lo consiguen. Si te hace mejor persona practicar yoga, sigue haciéndolo; si te hace mejor persona, rezar un rosario, sigue haciéndolo; si te hace mejor persona, visitar a los ancianos que están solos, foméntalo; si te hace mejor persona correr por el parque, continúa con ello. No se trata simplemente de hacer lo que te gusta o lo que te disgusta pero que es necesario; se trata de hacerlo porque te engrandece como persona y así cada uno contribuye a engrandecer a todo el género humano. Gandhi en los tiempos en que actuó como enfermero, aconsejaba que quienes no tenían vocación para ello que no se acercaran a esta tarea por considerar que era una obligación que debían cumplir, ya que al no estar profundamente cualificados en su interior, su incompetencia resultaba altamente perjudicial para todos. Claro, otra cosa es que uno se vea en la obligación de hacerlo porque es el único disponible, pero no estamos hablando de eso. De lo que hablamos es de ampliar nuestros intereses y no sólo valorarlos por su aparente utilidad material o externa sino por su verdadera capacidad de transformarnos y engrandecernos en lo que verdaderamente vale la pena: nuestro ser más profundo.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

A vueltas con la meditación

Hoy en día se habla mucho de la necesidad de practicar la meditación, pero no acabamos de tener muy claro ni lo que realmente es ni cómo ejercitarlo. Me gusta mucho leer libros sobre meditación, y cada uno de ellos añade algún punto de interés que me ayuda a reconsiderar y poner en práctica medios para poder meditar lo más adecuadamente posible de acuerdo a mi propia idiosincrasia. El caso es que este verano he podido disfrutar muchísimo con un libro que aborda este tema desde casi todos los puntos de vista y que ayuda mucho a ese pensamiento occidental que tenemos y que a veces nos hace difícil entender el oriental de forma más práctica.

El libro en cuestión es Aprenda a Meditar, escrito por Eric Harrison, y de este libro yo creo que podemos aprender muchas cosas realmente. En primer lugar porque el autor demuestra ser todo un profesor; no digo ya un "maestro", sino un profesor, es decir, alguien con grandes dotes para enseñar de manera pedagógica; alguien que se pone en nuestra piel, independientemente de las ideas que pueda tener y que trata de que todos puedan alcanzar el gozo del estado meditativo.

En primer lugar, Eric Harrison nos intenta aclarar lo que se considera "meditación" en oriente, y lo que pensamos que es "meditación" en occidente; y aunque no coincidan ambos puntos de vista, el autor no decide por nosotros cuál es el punto de vista correcto sino que llama a cada uno a que decida cuál es el sistema que mejor se ajusta a la persona que desea practicarla. Así, nos habla de como para unos meditar es hacer el "vacío" en la mente y dejarse llevar; mientras que para otros es concentrarse en un tema concreto y ponderarlo. No importa esta diferencia porque lo que une a ambas corrientes es la palabra que sirve de base a este blog: la consciencia. Sí, meditar es hacerse consciente, llegar a ser consciente, ni más ni menos.

Además de explicar muchas formas distintas de meditar, nos anima a hacerlo sin esperar a viajar a algún lugar como el Himalaya, sino sencillamente a hacerlo parte integrante de nuestro vivir cotidiano; porque, sin restarle importancia a los retiros en lugares especiales para practicar la meditación (cosa que también recomienda), señala con fuerza la necesidad de buscar sencillamente unos minutos cada día, así como ir adaptándola e integrándola en nuestro vivir cotidiano, ya sea mientras realizamos tareas del hogar, como cuando esperamos en la cola del autobús, o a la vez que caminamos o simplemente contemplamos un paisaje o miramos por la ventana.

Si pincháis en el enlace, podéis obtener una muestra a través de Google Libros para valorar el interés de su contenido para cada uno. A mí, verdaderamente me ha parecido un excelente descubrimiento y por eso lo comparto con todos vosotros.

jueves, 3 de septiembre de 2015

¿Cuál es tu vocación?

De vuelta del periodo vacacional, parece un buen momento para abordar un tema tan importante como la vocación particular, ya que llega el momento de retomar de alguna manera aquello que llamamos la vida activa... y productiva. Llega el momento de retomar o iniciar ocupaciones que pueden estar más o menos de acuerdo con nuestros gustos o no. No olvidemos que hacer no equivale necesariamente a ser. Muchas veces, a la hora de pretender averiguar la profesión de alguien, le preguntamos de forma general qué es, y la persona suele responder rápidamente explicando aquello que hace, es decir, aquello en lo que trabaja, y las respuestas pueden ser muy variadas: soy ama de casa, profesor, piloto, conserje, médico, periodista, peluquero... Pero yo creo que partimos de un error muy grande pues lo que haces no tiene que corresponder necesasriamente con lo que eres. ¡Cuántas veces te has visto obligado a realizar funciones que no te definen como persona ni se identifican con tus gustos! Y esto que aplicamos a las profesiones podríamos aplicarlo igualmente a pautas de conducta aprendidas, o bien a actividades que realizamos por gusto o por sentirnos obligados a emprenderlas. 

¿Lo que haces define lo que eres? En esta pregunta yo diría que está contenido el tema que da título a este artículo: la vocación. ¿Qué se entiende por vocación? Aquello a lo que uno se siente llamado. Sí, es una llamada que surge de dentro, un impulso que nos mueve hacia una dirección determinada en lugar de hacerlo hacia otra. A veces esa vocación puede confundirse con los deseos de los demás, con las modas y tendencias, con las actitudes generales del entorno en el que nos encontramos, etc.; pero la verdadera vocación está ahí intentando hacerse notar, aunque a veces lo haga utilizando una voz tan bajita e inaudible que apenas es reconocida por quien debiera escucharla.

Cuando hablamos de vocación la mayoría entendemos la profesión a la que deseamos dedicarnos y en ello vemos una gran fuerza motora que nos guía en la dirección adecuada... y claro, surge la frustración si no logramos ejercer aquella profesión que consideramos nuestra verdadera vocación.

Pero no, no confundas términos; tu vocación no es realmente el trabajo o función que realizas, sino algo mucho más profundo: el motivo por el que lo haces o deseas hacerlo.

Fíjate, puedes creer que tu vocación es ser profesor, pero quizá tu verdadera vocación más que ejercer la función docente como una profesión con un horario y un sueldo determinado la hayas elegido porque lo que deseas es transmitir el conocimiento adquirido; y ésa es tu vocación, no necesariamente la de profesor, puesto que puedes transmitir ese conocimiento de otras múltiples maneras: a través de la escritura, a través de consultorías, por medio de conversaciones aparentemente accidentales con la cajera del supermercado, con el señor que se sienta a tu lado en el autobús, con la señora que pasea su perrito mientras tú practicas estiramientos en el parque... Como verás, tu vocación de transmitir el conocimiento adquirido para compartirlo con los demás puedes ejercerlo de muchas maneras además de la profesión que hayas elegido. Y así sucede con cualquier profesión, con cualquiera. La verdadera vocación es el motivo por el que decides moverte y actuar para ejercerla, no el puesto en el que crees que debes desarrollarla

Y ahora pregúntate en silencio: ¿cúal es tu verdadera vocación?


jueves, 25 de junio de 2015

Atendiendo a los Ciclos

Cartas Adivinatorias de los Arcángeles, de Doreen Virtue

La Naturaleza nos muestra la importancia de los ciclos. La primavera da paso al verano; el verano, al otoño; el otoño, al invierno; éste a la primavera; y vuelta a empezar. Y cada ciclo trae unas demandas concretas, si bien parece verdad que el ser humano no siempre es respetuoso con estos requerimientos que nos brinda la vida en movimiento; y también parece verdad que muchas veces pagamos un alto precio por este saltarnos alegremente las leyes naturales. 





Mensajes Mágicos de las Hadas, Doreen Virtue



Ahora, al menos en la zona terrestre donde me encuentro, nace el verano con plena rotundidad, y creo que es un buen momento para dedicarlo a tareas distintas, así como a sentir el sol, el agua del mar o de las piscinas, a dar paseos cuando ya la sombra se hace más compañera nuestra que a lo largo del día; en fin, a cambiar de ritmo.








Mensajes Mágicos de las Hadas, Doreen Virtue


Pues sí, toda esta explicación sirve para comunicaros que, llegado el verano, con él vienen también las vacaciones. Así que, he decidido tomármelas al pie de la letra.

Os deseo unas muy felices vacaciones a quienes las tenéis también, y paciencia para aquellos que todavía no pueden disfrutarlas, pero lo que sí podemos es recordarnos que en cualquier época del año disfrutar es una excelente opción.

¡Feliz verano!