Un nuevo espacio dedicado a la profundización del ser, pues sólo tomando conciencia de lo que somos, de lo que nos rodea, de lo que nos afecta, nos motiva e interesa, es como podemos desarrollarnos y emprender el camino que nos conduzca a la realización personal.

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miércoles, 15 de abril de 2015

Actitud

Fue el psicólogo y filósofo William James quien transmitió una idea sumamente útil. Más o menos lo que él dijo fue: No se canta porque se esté alegre, se canta para estar alegre.

Por supuesto que existen momentos para todo. No soy tan necia como para negar el dolor, el derecho a la queja, el desgarro, ni muchísimo menos; pero sí creo que estos estados deben quedarse en los momentos puntuales de acontecimientos tristes e incluso demoledores, sin que por ello se conviertan en una pauta de conducta continuada. Es decir, no deben perpetuarse como una actitud negativa, sino que hay que saber trascender esos momentos y aplicarse hacia una actitud completamente diferente y mucho más constructiva: la actitud positiva.

Según el Diccionario de la Real Academia Española, uno de los significados de la palabra actitud es el que la define como "disposición de ánimo manifestada de algún modo". Así que ya tenemos unida la manifestación de algo con el ánimo que la acompaña o crea. Para movernos por la vida, para realizar acciones, para obtener resultados es necesaria una actitud previa, una disposición anímica para lanzarnos a la realización de cualquier tarea por nímia que nos parezca, y así se hace preciso conocer cuáles son las actitudes que nos van acompañando y alentar aquellas que resultan beneficiosas así como descartar las que no lo son.

Como prueba de que nuestro cuerpo y nuestra mente (como parte que enlaza la materia con algo más abstracto que a mí me gusta denominar espíritu o alma) están unidos, no hay más que fijarse en determinadas posturas corporales para adivinar la actitud subyacente a las mismas. Ver a alguien esperando de pie y con los brazos cruzados ya nos suele advertir de la posible reprimenda que alguna otra persona está a punto de recibir a no ser que tenga una excelente excusa para hacer bajar aquellos brazos amenazadores; la vista fija en el suelo y la espalda encorvada a la búsqueda de un objeto invisible para la mirada, puede advertir de confusión, miedo, vergüenza, incapacidad para afrontar las tareas, exceso de presión, y otras diversas posibilidades pero todas coincidentes en un sentimiento de victimismo.

La actitud es algo que puede verse, aunque también puede aprenderse a ocultarla en cierta manera. Y el problema surge cuando uno mismo oculta para sí las propias actitudes, y se mueve en el autoengaño, con lo cual poco o nada puede hacer para salir de situaciones que le mantienen estancado.

A veces, incluso, para enmascarar nuestras actitudes podemos ampararnos en las aptitudes, y así decir que no valemos para esto o para la otro, que nuestra personalidad es así o asá, que no tenemos tal o cual capacidad; pero esto no es cierto, la aptitud sería la capacidad para desarrollar determinadas tareas; por ejemplo, una persona que ha estudiado japonés puede traducir un texto del japonés, mientras que quien no conozca este idioma no podrá hacerlo, porque no tiene aptitudes para ello; sin embargo, sí tiene la posibilidad de generar múltiples actitudes; puede tener la actitud derrotista de resignarse a no saber lo que dice ese texto, o puede tener la actitud positiva de buscar a alguien que se lo traduzca y así ampliar su conocimiento de lo que ha visto escrito pero no puede ni leerlo ni entenderlo. 

La actitud, por tanto, puede motivarnos en una dirección encaminada a la acción o bien hacia una cierta pasividad. Hacernos conscientes de nuestras verdaderas actitudes puede ayudarnos no sólo a mejorar nuestra vida sino nuestro entorno, pues ya se sabe que si uno colabora en su propia mejora está aportando un grado más de bienestar que los demás también podrán disfrutar... si su actitud es la adecuada.

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