Un nuevo espacio dedicado a la profundización del ser, pues sólo tomando conciencia de lo que somos, de lo que nos rodea, de lo que nos afecta, nos motiva e interesa, es como podemos desarrollarnos y emprender el camino que nos conduzca a la realización personal.

Analytics

miércoles, 29 de abril de 2015

Oráculos y Tarot

Sibila Eritrea pintada por Miguel Ángel
Sé muy bien que para muchos la sola mención de la palabra oráculo o Tarot le supone una inmersión en supersticiones trasnochadas que no merecen ser tenidas en cuenta; sin embargo, desde hace años, para mí esas palabras han tenido gran importancia, y con su uso, y vistos sus resultados, no puedo más que mostrar mi admiración por una herrmanienta que sin duda alguna funciona, digan lo que digan quienes nunca se han atrevido a acercarse a ella. Otras cosa, por supuesto, es que el uso de estas herramientas se haga de manera equivocada o partiendo de muchos prejuicios y poca preparación, pero eso no quita el valor de la herramienta por sí misma, sino más bien nos habla de la ineptitud de quien se lanza a utilizarla de manera equivocada.

Aunque el Tarot es un diseño particular de cartas, digamos que hoy en día se llama Tarot a cualquier mazo de cartas empleado para la adivinación, sean éstas o no exactamente un Tarot. A modo de ejemplo, normalmente uno llama Coca-Cola a todas las colas que existen en el mercado puesto que es la que dio fama a este tipo de bebidas; así como rimmel a las mascarillas para las pestallas a pesar de responder al nombre de la marca más conocida en su momento de este tipo de mascarilla. En realidad, como digo, Tarot es un tipo determinado de cartas que siguen una estructura específica y que puede componerse de 22 o 78 cartas (según contenga sólo los Arcanos Mayores o que se incluyan también los Menores). Sin embargo, vemos que existen muchos mazos que se guían por estructuras diferentes, con números de cartas variables y diseños totalmente diversos; pero lo importante es de lo que tratan básicamente y de para qué se usan, y eso es lo que vamos a ir determinando.

Alguno se preguntará qué tiene todo esto que ver con un blog que trata de focalizarse en la toma de conciencia; y ahí radica el punto de interés de este artículo. Y es que tanto el Tarot, como otros cartas, así como el I Ching, un libro oracular de gran enseñanza filosófica y de conducta, nos ayudan fundamentalmente a esto precisamente: a tomar conciencia, a hacernos conscientes de lo que está pasando. 

Desgraciadamente, las consultas basadas en cartomancia o cualquiera de las mancias conocidas, buscan desvelar el futuro, en vez de profundizar en el presente para que el futuro se vaya forjando de manera consciente. Muchas veces no necesitamos saber lo que va a suceder, sino cómo debemos manejarnos, cómo desarrollarnos de la manera más correcta, cómo aprender de las circunstancias; y para todo esto el Tarot es muy sabio.

Toma de conciencia, aprendizaje, valoración, son palabras que suelen encontrarse muy poco en quienes consultan estos oráculos, y sin embargo considero que son las palabras de más valor, porque la idea es aprender y aplicar nuestra capacidad para ello, para discernir, para ver no sólo nuestro enfoque personal sino adentrarnos en otros enfoques más amplios; salir de nuestro pequeño esquema mental y buscar consejo en quien tiene una visión más amplia de las cosas y que está dispuesto a enseñarnos a ver una parte más amplia de las mismas. 

Pero ¿quién es este alguien que nos informa a través del Tarot? Como veréis en el próximo artículo hay multitud de teorías al respecto; teorías, hipótesis, más que certezas absolutas; pero como digo... eso lo veremos próximamente.

miércoles, 15 de abril de 2015

Actitud

Fue el psicólogo y filósofo William James quien transmitió una idea sumamente útil. Más o menos lo que él dijo fue: No se canta porque se esté alegre, se canta para estar alegre.

Por supuesto que existen momentos para todo. No soy tan necia como para negar el dolor, el derecho a la queja, el desgarro, ni muchísimo menos; pero sí creo que estos estados deben quedarse en los momentos puntuales de acontecimientos tristes e incluso demoledores, sin que por ello se conviertan en una pauta de conducta continuada. Es decir, no deben perpetuarse como una actitud negativa, sino que hay que saber trascender esos momentos y aplicarse hacia una actitud completamente diferente y mucho más constructiva: la actitud positiva.

Según el Diccionario de la Real Academia Española, uno de los significados de la palabra actitud es el que la define como "disposición de ánimo manifestada de algún modo". Así que ya tenemos unida la manifestación de algo con el ánimo que la acompaña o crea. Para movernos por la vida, para realizar acciones, para obtener resultados es necesaria una actitud previa, una disposición anímica para lanzarnos a la realización de cualquier tarea por nímia que nos parezca, y así se hace preciso conocer cuáles son las actitudes que nos van acompañando y alentar aquellas que resultan beneficiosas así como descartar las que no lo son.

Como prueba de que nuestro cuerpo y nuestra mente (como parte que enlaza la materia con algo más abstracto que a mí me gusta denominar espíritu o alma) están unidos, no hay más que fijarse en determinadas posturas corporales para adivinar la actitud subyacente a las mismas. Ver a alguien esperando de pie y con los brazos cruzados ya nos suele advertir de la posible reprimenda que alguna otra persona está a punto de recibir a no ser que tenga una excelente excusa para hacer bajar aquellos brazos amenazadores; la vista fija en el suelo y la espalda encorvada a la búsqueda de un objeto invisible para la mirada, puede advertir de confusión, miedo, vergüenza, incapacidad para afrontar las tareas, exceso de presión, y otras diversas posibilidades pero todas coincidentes en un sentimiento de victimismo.

La actitud es algo que puede verse, aunque también puede aprenderse a ocultarla en cierta manera. Y el problema surge cuando uno mismo oculta para sí las propias actitudes, y se mueve en el autoengaño, con lo cual poco o nada puede hacer para salir de situaciones que le mantienen estancado.

A veces, incluso, para enmascarar nuestras actitudes podemos ampararnos en las aptitudes, y así decir que no valemos para esto o para la otro, que nuestra personalidad es así o asá, que no tenemos tal o cual capacidad; pero esto no es cierto, la aptitud sería la capacidad para desarrollar determinadas tareas; por ejemplo, una persona que ha estudiado japonés puede traducir un texto del japonés, mientras que quien no conozca este idioma no podrá hacerlo, porque no tiene aptitudes para ello; sin embargo, sí tiene la posibilidad de generar múltiples actitudes; puede tener la actitud derrotista de resignarse a no saber lo que dice ese texto, o puede tener la actitud positiva de buscar a alguien que se lo traduzca y así ampliar su conocimiento de lo que ha visto escrito pero no puede ni leerlo ni entenderlo. 

La actitud, por tanto, puede motivarnos en una dirección encaminada a la acción o bien hacia una cierta pasividad. Hacernos conscientes de nuestras verdaderas actitudes puede ayudarnos no sólo a mejorar nuestra vida sino nuestro entorno, pues ya se sabe que si uno colabora en su propia mejora está aportando un grado más de bienestar que los demás también podrán disfrutar... si su actitud es la adecuada.